¿Cómo evitar que esta barbarie se repita? La educación después de Ayotzinapa. Un diálogo libre con Theodor W. Adorno y J Campbell

El reclamo con respecto a que las desapariciones de Ayotzinapa y las muertes de más de treinta mil inocentes no se repitan, debe de ser una de las primeras exigencias de la educación en México y en los países que viven sometidos a la violencia y a su círculo vicioso.

Así pues cualquier debate, cualquier discusión sobre la educación y sus reformas resulta vacuo e intrascendente en comparación con esto: que el horror no se repita. Fue la barbarie y brutalidad, contra la que lucha todo profesor y todo educador, la que se manifestó con toda intensidad otra vez aquí. Y es la barbarie, el Érebo griego, la que persistirá aquí mientras perduren las condiciones que la hicieron madurar. Tristemente, aquí seguirá el horror que arrastra a las mujeres y hombres de este siglo y de este país hacia el imbécil teatro de la historia.

Las víctimas no son las culpables

Los orígenes de este horror  deben de buscarse en aquellos que lo instrumentaron, no en las víctimas que estuvieron en el tiempo y lugar incorrectos, no en aquellos que han sido denominados como “daños colaterales” y cuyo aniquilamiento fue ocultado bajo las acusaciones más mezquinas. En este sentido, debemos de re-descubrir los mecanismos y sistemas que volvieron a algunos mexicanos capaces de tales atrocidades. Debemos al mismo tiempo evidenciar esto ante ellos y ante el sistema que lo fomento. Sin embargo y por encima de todo debemos tratar de impedir que vuelva a ocurrir algo similar por medio del análisis y desmantelamiento de los mecanismos que lo propiciaron.

No son los 43 muertos en Ayotzinapa, ni los 300 muertos en Allende Coahuila, ni los inmigrantes centroamericanos masacrados los culpables. Los únicos responsables son quienes en nombre del del dinero y del control gangsteril de un territorio, sin misericordia alguna, descargaron sobre los desaparecidos su odio y mezquindad. Esa insensibilidad es contra la que la educación debe de luchar; es indispensable disuadir a nuestras jóvenes generaciones de exterminar al otro, de ser ricos y poderosos a toda costa, debemos inculcarles la reflexión sobre ellos mismos, sus deseos y su entorno

La reflexión, el humanismo y la autodeterminación contra el horror

Pero ¿cómo luchar frente a una violencia enraizada y que se repite cómo círculo vicioso? ¿Cómo pelear desde la educación, la cultura y el arte? La  única vía que en este momento se me ocurre y que puede contra restar la violencia y destrucción engendrada en Ayotzinapa, en Ciudad Juárez, en Allende Coahuila y en otros tantos sitios es, según la expresión kantiana, la fuerza de la reflexión,  la autodeterminación, el no entrar en el juego de los que buscan poder y dinero.

Parafraseando ahora a J.Campbell, la respuesta se encuentra en aprender y en enseñar a sobrevivir a otros sin dejar de ser humano, sin dejar de ser feliz aún a pesar de vivir dentro de un sistema político y económico que se cae a pedazos.

Dialogando con gigantes. Paráfrasis y libre re-escritura de algunos fragmento del texto “La educación después de Auschwitz de Theodor W. Adorno. El texto original se puede consultar en http://www.ddooss.org/articulos/textos/Theodor_W_Adorno.htm

Martín Cuitzeo Domínguez Núñez


Bienvenidos a defectuolandia, bienvenidos a México D.F.

Policías antidisturbios que en sus tiempos libres son luchadores, marchantas de burbujas con una niña de meses en los brazos en los vagones del metro, vendedores de amaranto que organizan peleas clandestinas de perros, madres solteras que luchan en los mostradores de las tiendas veinticuatro horas, doctores en ciencias sociales que están desempleados, chicas rastafaris que hacen malabares en los cruces de los semáforos, multifamiliares de la época del desarrollo estabilizador que hoy se caen por trozos, clínicas saturadas, ardillas que se alimentan con restos de tortas de milanesa, jardineras en vías de extinción, pirámides carcomidas por la lluvia ácida.



             Eje Central, Unidad Nonoalco-Tlatelolco, México D.F. 
                                             Foto Martín Do.

Este es el D.F, el Distrito Federal, dos mil doscientos veinticuatro metros de caos sobre el nivel del mar, distopía a lo Bradbury y a lo Orwell, sede del tele gobierno. Por sus cuatrocientos noventa y cinco kilométros cuadrados de superficie se extienden los parones en el metro, el saturadísimo metrobús y los peseros atrapados  en el tráfico. Bienvenidos a la melancolía de lo que nunca pudimos ser, bienvenidos al lobby de la postmodernidad, bienvenidos a defectuolandia.

Por Martín Do (Martín Cuitzeo Domínguez Núñez)


                         Metro de la Ciudad de México en movimiento.